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Desde tus Ojitos Lindos

Al igual que a muchas otras como yo, me ha costado reconciliarme con la idea de que pido cosas sencillas, básicas y, en definitiva, lo que cualquier otra chica. Yo, a pesar de lo que me hubiera gustado ser de adolescente, no soy única ni diferente a todas las otras chicas. He tenido exactamente los…

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Al igual que a muchas otras como yo, me ha costado reconciliarme con la idea de que pido cosas sencillas, básicas y, en definitiva, lo que cualquier otra chica.

Yo, a pesar de lo que me hubiera gustado ser de adolescente, no soy única ni diferente a todas las otras chicas. He tenido exactamente los mismos trastornos, traumas y complejos. Y, como otras, me refugié en la idea de la música diferente, de la independencia y de un falso desapego que nadie que me conociera personalmente podría llegar a creerse jamás.

Quizás me haya costado más de la cuenta comprender que yo sí priorizo un brazo por encima de mi hombro a una conexión sexual puntual. Que me ilusiono rápido, que disfruto cada moda y trend como si fueran una idea mía y que no «descubrí el matcha antes de que se hiciera tendencia». Yo quiero un amor sencillo, a mis amigas de toda la vida y escuchar Ojitos Lindos de la mano en alguna orquesta a veinticinco kilómetros de Cibanal.

No necesito éxitos, triunfos o números altos. Me sirve y me da la vida una charla y unas pipas en la mesa. La camiseta del Bahía que me recuerda a mi primera gran fiesta. Mi amiga Miry las veces que vuelve a España. Mis amigas del pueblo hablándome del mismo chico del que hablábamos cuando todavía pedíamos permiso para subirnos al bar por la noche. Cuando no levantábamos dos palmos del suelo.

La verdad me sirve con cualquier libro de romance juvenil y un grupo de unas cinco personas que no me haga sentir que tengo que explotarme la cabeza para encajar. Con ese amor bonito y con mi familia estable. Con un roadtrip de verano por la España profunda. Con envejecer juntos. Quizás ahí se encuentre el verdadero triunfo, el que tanto tiempo he buscado y que encontré debajo de la almohada. La gratitud más grande.


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