el -arte- en[capsulado] en todos los -elementos-

A la vida moderna

Me gusta cuando me callas Porque te tengo presente – La vida moderna, por Veintiuno y La La Love You Cuando era adolescente, Carla soñaba con un apartamento similar al de Carrie Bradshaw y un escritorio con buenas vistas. Lo más similar que encontró a sus veinticinco fue un bajo que daba al casco antiguo…

Photographer

Me gusta cuando me callas

Porque te tengo presente

La vida moderna, por Veintiuno y La La Love You

Cuando era adolescente, Carla soñaba con un apartamento similar al de Carrie Bradshaw y un escritorio con buenas vistas. Lo más similar que encontró a sus veinticinco fue un bajo que daba al casco antiguo de Vigo. Cada vez que llovía se quedaba sin luz natural, y eso era decir mucho para alguien que vivía en Galicia. En aquel bajo, ella pasaba las noches escribiendo y soñando con ser una Carrie a la antigua y a la europea, sin haber encontrado todavía a su Mr. Big.

Lo que nadie le contó a Carla era que en un piso vacío y antiguo la soledad es atronadora. Ella, que intentó apaciguarla invitando sin cesar a cenas, cafés y vermuts, no tardó en desesperarse.

Tinder aguantaba de media unos diez días instalado hasta que volvía a pulsar en «borrar aplicación». Tardaba de media otros cinco en volver a instalarlo, o en probar con Bumble, Hinge o Badoo. Con sus amigas solía bromear diciendo que ella estaba destinada a encontrar el amor en Raya, o eso era lo que le gustaba creer, porque la poca gracia que le hacía aquel tipo de interacción se podía oler a kilómetros. Para las últimas citas, ni siquiera se lavó la cabeza, en cambio, había optado por el clean look durante tres consecutivas. Si eso no era señal de desidia, ¿qué podría decirse?

Toda aquella gracia moderna, y esos chicos súper abiertos que querían fluir, y esas relaciones maravillosamente libres y llenas de amor se le antojaban complejas y fuera de su alcance. Sin embargo, por algún motivo no terminaba de perder la ilusión.

Recordaba con gran cariño aquella videollamada en la que, entre pincelada y pincelada de rímel, su amiga María le dijo «tía, ¿y no has probado a conocer a alguien de verdad?». Así, como si la gente de Tinder fuera de cartón piedra. A ella le pareció muy curiosa aquella pregunta, ya que evidentemente sí había pensado en conocer a alguien en la vida real, pero en realidad con su ex no llegó a salir bien y había decidido dejarse de líos: estar solo con gente con la que estuviera segura de lo que tenía. Sin medias tintas ni paños calientes.

Así fue como comenzó a ser ella la que hablara de relaciones fluidas y maravillosamente libres. Cuando la conoció, a Manu no terminaba de hacerle gracia aquella definición que tenía de las relaciones, pero a decir verdad se le olvidaba cada vez que la miraba a la cara.

Quizás fuera por la careta que le ofrecía la vida moderna o simplemente por verse fuera de su zona de confort, pero aquella faceta la hacía sentir extrañamente segura de sí misma. Algo que, sin duda, Manu notó en el segundo tres de la cita. Cuando ella se levantó para ir al baño y se dio cuenta de que llevaban tres horas sentados en aquella terraza, de que se le habían quedado fríos los dedos entre el hielo de la copa y el fresco de la terraza, ni siquiera interiorizó que estaba realmente presente en aquella cita. Fue como cuando te lo cuenta un amigo o cuando recuerdas por décima vez algo que te pasó hace muchos años. Como cuando te despiertas de un sueño que sientes que ha durado toda la noche, que ha estado ahí toda la vida.

Con esa seguridad al pisar y esa forma de mirar, ni siquiera estaba muy seguro de cuándo podría besarla, y ella desde luego que nunca lo haría. A ella no se la veía pendiente de esas cosas, más bien parecía estar pensando en otra cosa. Como si se hubiera acordado de toda una vida de anécdotas para contarle en una noche. O, más bien, como si no fuera capaz de controlar los nervios cuando estaba callada. Ni siquiera se terminó aquella copa, y eso que en tres horas le hubiera dado tiempo de pedir otras cuatro.

A decir verdad, ella nunca sabía cómo actuar en las citas de Tinder, pero con él había sido diferente. Con él, se arrepintió de haberse hecho el clean look. Con él, se fue para casa pensando en estrenar aquella falda blanca si se decidían a ver finalmente juntos aquella película de la que llevaban hablando toda la tarde.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *